Yolanda Fernández Dice

martes, abril 12, 2011

EN EL AULA

Siempre he tratado de mantener relaciones cordiales con mis estudiantes. He comprendido que cada uno de ellos es un ser "en sí mismo" con sus problemas, individualidades, carencias y fortalezas. Son mi razón de ser profesional, por ellos me levanto temprano sin resentimiento de dejar la cama cuando quiero dormir un poquito más, con ellos disfruto infinitamente estar en el aula, compartir y aprender. He aprendido tanto con mis alumnos, me han enseñado tanto que les agradezco esa oportunidad de aprendizaje. Y siempre les repito que "el mejor alumno no es aquel que mejor responde, sino aquel que mejor pregunta".


Con el tiempo y los años de experiencia acumulada, he aprendido a disfrutar y valorar mucho más ese contacto con los alumnos, ese compartir permanente que de algún modo me hace sentir viva, útil, necesaria y querida.


Hoy, cuando estaba entregando los resultados preliminares de un trabajo de redacción que realizaron, uno de ellos me pidió que no leyera las calificaciones en voz alta... porque daban pena.


La redacción no es "el fuerte" de mis alumnos. La ortografía y coordinar oraciones, estructurar párrafos, colocar signos de puntuación y producir ensayos es una labor que no desarrollan bien. Por eso las calificaciones no son buenas y sienten vergüenza.


Cuando el chico me pidio que no leyera las calificaciones en voz alta, yo seguí leyendo: "Yuleika: una docena, Alexander: media docena más uno, Josmeilyn: no se puede decir, Yanira: una docena menos cuatro, Yelitza: media docena más uno, Cristian: una docena menos uno..."


Me miraron sorprendidos, rieron y comenzaron a hacer sus cálculos.


Yo también me reí y salí del aula.

domingo, abril 03, 2011

AQUÍ ESTOY

Aquí estoy, con idas y venidas.

Aquí estoy con mi abandonado blog. Con la soledad de los hijos crecidos, que deciden sin mí y ya no quieren mi mano para caminar. Es una etapa de mi vida en la que comienzo a volar sola como cuando estaba "más joven", y es rara esta sensación de desamparo y nueva soledad. Mis hijos crecieron sin que me diera cuenta del tiempo que ha pasado. Parece que no me preparé para que mis hijos crecieran... aprenderé.

Aquí estoy, con idas y venidas.