Yolanda Fernández Dice

domingo, noviembre 22, 2015

BRIGITTE Y LAS MASCOTAS

Conocí a Brigitte hace unos días en una enorme cola de supermercado. Mi sobrina había estado comprando ese día y tenía unas bolsas con algunos productos. Me llamó por teléfono para que fuera a recoger esas bolsas porque con ellas no le permitían entrar al "Abasto Bicentenario" que está en San Bernardino. Fui hasta ese abasto con mi "carrito de mercado" para ayudar a mi sobrina. Caminé lentamente, arrastrando mi maltrecho carrito  y me encontré con ellas, esa tarde conocí a Brigitte.
Me parte el alma la situación, es desesperante, humillante e indigno. Ahora en mi país la compra de algunos productos (casi todos) sólo se puede realizar según sea el número terminal de la cédula de identidad, después de colocar la huella dactilar en una máquina. Yo sólo puedo comprar los lunes y los sábados, mi sobrina los jueves... y Brigitte también.
Mi sobrina había venido desde su pueblo a comprar en la capital porque en su pueblo "no hay nada". Ya lo ha hecho en otras oportunidades y me ha tocado echarle una mano para que pueda obtener lo que necesita, en medio de esta escasez tremenda que estamos viviendo. 
Aquí en Caracas todavía podemos comprar algunos productos, nada de exquisiteces o delicateses... lo más elemental para alimentarnos con mediana dignidad y para asear nuestro cuerpo y asear nuestra ropa y nuestros hogares, pero en los pueblos pequeños la situación es sumamente inclemente, a la gente se le va la vida en interminables filas esperando encontrar algo o esperando las bolsas de comida que el gobierno subsidia.
Me encontré con Brigitte y con mi sobrina en esa enorme cola del "Abasto Bicentenario". Recogí sus compras y, luego de que ellas entraran (1), esperé por casi dos horas. Llamé por teléfono a mi sobrina, para saber qué pasaba dentro del establecimiento.  Ella me pidió que regresara a mi casa porque la cola para pagar era sumamente larga. Regresé a casa y me dediqué el resto de la tarde a adelantar el trabajo pendiente de mis ocupaciones laborales.
Mi sobrina regresó a casa  casi a las ocho de la noche. Ese día, después de hacer múltiples filas en distintos establecimientos sólo logró comprar: papel sanitario, unos jabones, un tarro de champú, dos paquetes de arroz, dos paquetes de harina de maíz, un poco de carne, dos litros de leche pasteurizada, dos latas de sardinas, dos tarros de margarina, una botella pequeña de vinagre y unas galletas para el niño. 
Al otro día me encontré con Brigitte cerca de mi casa para devolverle sus productos: varios rollos de papel sanitario, un paquete de toallas sanitarias y una lata de sardinas. Hablamos un rato y me contó que en sus múltiples incursiones para comprar lo que ella y su familia necesitan había conocido a una señora. Esa señora le contó muy triste que había tenido que sacrificar a sus perros porque no tenía como alimentarlos y no los quería soltar y abandonar en la calle porque no quería que los animalitos sufrieran más. Sentí muchas ganas de llorar y me impactó que las consecuencias de esta tremenda mala situación político-económico-ideológica de mi país afectara también a esos seres inocentes que nos acompañan, las mascotas.
En este momento nuestro país está muy descompuesto, tanto que no sólo estamos vilmente limitados nosotros los ciudadanos, sino que también nuestras mascotas se ven afectadas. 
Seguiré... 

(1) Para entrar en el Abasto Bicentenario la gente se reúne en una enorme fila que se "esconde" en el Paseo Anauco. Para poder entrar, un militar les retira la cédula de identidad y los conduce en fila hasta la puerta del abasto. Esa enorme fila cruza la Plaza Estrella, unos detrás de otros avanzan sin importar que los semáforos cambien y cedan el paso a los vehículos. La gente camina lentamente, unos detrás de otros, escoltada por esos militares armados con fusiles... Esto no es, nunca será, jamás de los jamases será calidad de vida... Esto es indigno, aborrecible, imperdonable.