Yolanda Fernández Dice

domingo, agosto 29, 2010

¿ANOMIA?

Casi a la medianoche estaba leyendo en la tranquilidad de mi casa cuando oí un barullo enorme en la calle. Gritos y puteadas, frenazos de carros y más gritos.

No pude contenerme y me asomé al balcón, a pesar de entender que en esta ciudad el oficio de "mirón" puede resultar peligroso. A eso hemos llegado, mirar por nuestras ventanas puede regalarnos una bala...

En la calle había un montón de gente, hombres y mujeres. Por los gritos supe que habían acorralado a un ladrón y lo estaban golpeando salvajemente: "coño e tu madre, ladrón de mierda, dame esa vaina... crees que no te vi, mugre, desgraciado, degenerado, hijueputa, ladrón de mierda, pa que no vuelvas a robar"; y los golpes, patadas, puñetazos volaban hacia aquel infeliz que tirado en el suelo se cubría como podía.

Todo aquello me aterró, lo van a matar a golpes, lo están matando a golpes, lo están matando a golpes... y nadie paraba aquello. Sin conocer nada, sin conocer la infracción cometida por aquel "degenerado" sentí una enorme piedad por él.

Es aterrador que los ciudadanos tomen la justicia por su mano, cual Fuenteovejuna, desamparados sin leyes, normas o reglas.

Esta anomia es producto de la descomposición enorme que vivimos en la actualidad. Cada quien se defiende como puede, cada quien se encierra en su casa temprano para huir de la violencia, de los ladrones, de las balas. Pero eso parece que no es suficiente porque este monstruo de mil cabezas se regenera y reproduce por todas partes. Y se nos está metiendo en cada poro, en las células, en las mitocondrias, en nuestro ácido desoxirribonucleico, en la saliva, en la sangre: la violencia.

Confieso que tengo mucho miedo, esta no es la ciudad que sueño para mi futuro, para mis años de abuelita.

A riesgo de mi integridad lancé una gran jarra de agua por el balcón... tratando de refrescar los ánimos caldeados de la calle.

Al rato todo había pasado, los justicieros desaparecieron en sus carros y motos, y el infeliz 'degenerado' se levantó como pudo y fue a sentarse en el piso frente al restaurant. Ladrón ensangrentado, roto, desarmado, infeliz, degenerado, castigado, jodido, "consecuencia" desventurada de esta ciudad salvaje.

Y aquí estoy yo asustada, aterrorizada, estremecida, temblando todavía por la escena de anoche. Aunque no es la primera vez que ocurren estos hechos en mi calle, todavía en mi cabecita no cabe la idea de que ESO deba resolverse ASÍ: fuenteovejuna, fuenteovejuna, fuenteovejuna...

Y me cuentan que en las barriadas de la periferia caraqueña es peor: balas por doquier, armas de todo tipo, violencia, miseria, prostitución, indigencia, desventura y drogas.

Qué más se puede pedir: un infiernito en la tierra.

Anomia perfecta producto de autoridades incapaces, autoridades que delinquen con uniforme y corbata.

Hoy es el cansancio, es la impotencia de ver que todo se está yendo por la cloaca, que todo se está convirtiendo en personas mugre, personas desperdicio, personas basura, personas desgracia, personas desecho: ¿Personas?